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Aprendí

En estos tres años he aprendido a vivir distinto, el miedo y la incertidumbre de la pandemia fueron el detonante de muchas cosas a las que no le había parado bolas y que a veces me hacían pasar malos ratos. La impaciencia por ejemplo era una de ellas y más cuando son cosas que se salen de mi control entonces empecé a trabajar en ello y ahora, la verdad vivo más tranquila porque los demás verán qué hacen. También supe quién sí y quién no, aprendí de prioridades y donde estoy, eso sí que hagan lo que les de la gana pero no con uno, por eso ya no me amargo la vida pues también comprobé que hay lazos que no se rompen por más intentos que haya para acabarse porque son reales. Aprendí, que la lealtad viene con uno, que no se aprende ni tampoco es negociable. Y que a estas alturas de la vida no se ruega tiempo, amor, amistad, bueno nunca debemos rogar por nada porque lo que es llega solito sin forzar. Aprendí también a no dar consejos si no me preguntan, y mucho menos cuando es de algo íntimo

Silencio

Tanto silencio de esos que aturden y disipan dudas, que enoja y no deja nada en el aire y encima viene precedido de un perdón que asume culpas evidentes o que solo pretenden subestimar al otro. Esos silencios también son selectivos, porque ni la intuición ni la realidad dejan ver otra cosa y es evidente que el tiempo para las palabras también hace parte de los intereses o de las prioridades y cuando nos quedamos en blanco la importancia deja de ser eso para que el tiempo vaya acomodando la vida, la realidad y las expectativas y con ello también llegan las explicaciones que no vienen al caso con esa actitud condescendiente que no ayuda en nada y revuelcan todo hasta dejarlo vuelto trizas.  Y creer que nada pasa, que todo se entiende y que la vida sigue normal tampoco es el camino, no hubo más remedio.    

Llorar

Dicen que llorar limpia el alma, yo quisiera que me limpiara todo lo que siento, lo que me angustia, lo que no me deja estar tranquila.  Días como éste, sin respuestas a tantas cosas con ganas de dejar todo y empezar de nuevo en otro lugar, con otras personas, con otra vida, con todo nuevo y mi alma tranquila. Lloro sin contener ninguna lágrima, dejo que caigan solas y despacio vayan limpiando todo, que lleguen cosas nuevas y que de paso esta ansiedad desaparezca de una buena vez.   

Decir...

Que sorprender sea cuestión de querer distinto todos los días sin que la monotonía llegue, que ser predecible no se vuelva una condición y que esta bonita coincidencia que nos unió la disfrutemos hasta que el tiempo, la vida y las ganas nos lo permitan. Quiero seguir disfrutando mis palabras imaginando tu sonrisa cuando las lees, quiero seguir escribiendo todo lo que siento, lo que me provocas y decirte cuánto te quiero de mil maneras.

Si no hay click...

Esa noche no quería hablar con nadie, ni siquiera con las que levantan el ánimo por más abajo que lo tengas, pero ante la insistencia hicimos click y fue un desastre. Las conversaciones no cambian, son monotemáticas y éstas se sintieron mucho más pesadas. El cansancio, la incertidumbre, el miedo y la situación general tampoco ayudaban mucho a este estado de ánimo que sin un ápice de simpatía se notó desde el mismo clikeo.  No hubo palabras, respuestas a punta de monosílabas que sacaron de quicio, lo sé, hasta que se apagó la señal y no hubo ni un adiós, no quería entrar mucho menos estar más tiempo en una conversación que no pedí, apagar y luego tratar de dormir porque tampoco se dormía mucho, ya el insomnio era una constante. Hubo palabras de ánimo, de salvavidas, algunas que no esperaba otras llegaron inmediatamente y las de siempre esas que esperaron el momento oportuno porque es ahí cuando se puede sacar todo lo que llevas atascado, se habló mucho de todo y de nada, del alma y el d

La carta que no llegó

Son muchas palabras las que tengo atascadas, las que el alma y el corazón quieren decir lo que pasa es que siento que es volver a lo mismo, a ese abismo en el que me he sentido desde hace tiempo. La indiferencia, el egoísmo y también ese abuso de confianza me hacen reaccionar para no volver a ceder un milímetro. Mi esencia es la misma, sensible y a veces dura, con un sexto sentido que no me gusta cuando se activa porque la mayoría de las veces acierta y es ahí cuando más duele.  Siempre he sido leal, sincera, de las que no olvidan las bondades, de las que agradece una simple mirada o una palmadita de consuelo pero eso no me hace ser esclava de nadie, ni tampoco dejar que hagan cosas injustas conmigo ni con nadie.  Para mi el respeto es de doble vía y cuando se pierde ya nada vuelve por más que no queramos perder lo que se construyó mientras lo hubo.  No digo adiós, ahí voy a estar pero no será lo mismo, será lo necesario para sobrevivir porque es de la única manera de estar con el alma

Un año...

 Hace un año no dimensionábamos lo que iba a pasar. Encierros de 15 en 15 con sus noches de largos silencios, esos silencios tan profundos que se oían, uno que otro aplauso, oraciones y hasta el miedo y la incertidumbre se colaron por las puertas y ventanas. . El trabajo en casa se volvió rutina, las reuniones ya fueron virtuales, las horas se estiraron más de lo justo y necesario y en ciertas ocasiones se perdió la cuenta del tiempo al frente del computador. . La familia se volvió más familia. Los amigos estuvieron como de costumbre, algunos se fueron perdiendo y los de siempre son los que NUNCA se han ido ni se irán.  . Las emociones vinieron todas juntas, miedo, angustia, incertidumbre, cansancio, altibajos que por momentos fueron inmanejables pero se salió a flote porque siempre hubo quienes tiraron el salvavidas, la palabra justa en el momento oportuno... porque es en las crisis como esta cuando sabemos quién de verdad está, quién nos quiere sinceramente, con quién elegimos estar